La experiencia de un cliente al entrar en un comercio está estrechamente relacionada con el diseño espacial. Todo lo que percibe, desde lo que ve y siente, está determinado por las condiciones espaciales, y esto influye en su experiencia general.

Un confort óptimo se logra cuando todos los elementos que impactan los sentidos del cliente están en armonía y presentan coherencia.

Es fundamental que la marca y el espíritu del negocio se reflejen tanto en el diseño como en la comunicación. Esto no solo incluye la fachada y la señalética, sino también la atmósfera creada en el interior. Este lenguaje se expresa a través de la elección de materiales, colores y mobiliario adecuados.

Cada tipo de negocio requiere una iluminación específica. Ésta varía según el tipo de actividad, ya sea una cafetería, un gimnasio o una papelería. Es crucial contar con un nivel de iluminación funcional que responda a las necesidades generales de la actividad y, al mismo tiempo, una iluminación decorativa que realce el ambiente. La primera debe estar diseñada en relación a las funciones y requerimientos del espacio, mientras que la segunda contribuye a la creación de una atmósfera distintiva.

Un mal acondicionamiento acústico puede causar una sensación de malestar, aunque no siempre seamos conscientes de ello. En las ciudades, el ruido del tráfico y la contaminación sonora forman parte de nuestra vida diaria, y a menudo solo notamos la diferencia cuando experimentamos momentos de silencio.

Lo mismo sucede en los espacios interiores: es posible que no percibamos el nivel de contaminación sonora o el bullicio de un lugar hasta que estos elementos desaparecen. En control de estos elementos logramos el bienestar y una experiencia agradable que les permita a los clientes disfrutar plenamente del ambiente. Sin un buen acondicionamiento acústico, cualquier sonido solo aumentá el nivel de ruido, intensificando el problema.